Datos contra virus
"Esto no es una guerra, aunque haya bajas. Esto es un problema de gestión de recursos sanitarios, públicos en su mayoría".
Estos días, estamos viendo como en múltiples ocasiones, se utiliza un lenguaje bélico o militar para hablar de las acciones a tomar contra la expansión de la enfermedad Covid-19, provocada por el virus SARS-CoV-2. No estoy seguro que sea muy acertado este símil, esto no es una guerra, aunque haya bajas. Esto es un problema de gestión de recursos sanitarios, públicos en su mayoría. Y en esa gestión si hay una batalla a ganar, la de la información veraz. Los datos son muy importantes para poder decidir.
Durante la segunda guerra mundial surgió la necesidad de crear, lo que se le vino a llamar “Situation Room” o “War Room”. Una sala donde los mandatarios tuvieran todos los datos posibles sobre un problema, (normalmente de carácter militar) para poder tomar las decisiones más adecuadas. Obviamente, la aparición de los ordenadores fue clave para obtener y mostrar datos en tiempo real. En el desarrollo y el concepto de los primeros situation rooms participaron varios arquitectos y diseñadores como Buckminster Fuller y Eero Saarinen. Eran salas con mapas y proyecciones desde las que los estados mayores militares y políticos monitorizaban y dirigían el desarrollo de la guerra. También los Eames participaron, de alguna forma en ellas, desarrollando proyectos de multipantallas donde en lugar de tener un solo canal de información se podían tener simultáneamente muchos y así poder cruzar datos de un canal a otro.
La ficción ha recurrido a menudo a estos espacios de decisión y seguimiento. Solo un par de ejemplos: Buena parte de la película “Dr.Strangelove or: How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb” de Stanley Kubrick sucede en una situation room. En la saga Borne, dirigida por Paul Greengrass las escenas de acción son, a menudo dirigidas y controladas, en una situation room que está a miles de kilómetros de distancia.
Ahora, estas salas de datos son habituales en muchos contextos, desde el control de un aeropuerto a una central nuclear, el tráfico viario o la red de metro. También los Estados las siguen usando, quizás una de las imágenes más conocidas es la de Obama y el estado mayor norteamericano monitorizando el ataque de los marines al refugio de Bin Laden en una pequeña y poco glamurosa war room.
Pero, para que estas salas sean efectivas hacen falta datos. Datos reales, fiables y en tiempo real o, al menos, lo más actualizados posibles. Ese es un reto en el que los gobiernos están invirtiendo muchos esfuerzos. Mejor o peor, los ministerios de salud con coordinación con ayuntamientos, hospitales, funerarias, centros de salud, residencias de ancianos, etc. intentan tener datos puestos al día para valorar la evolución de la pandemia y por lo tanto, poder decidir acciones para impedir o ralentizar su expansión. Al mismo tiempo, el Big Data puede ser un aliado potente para tomar estas decisiones. Casi todos llevamos con nosotros dispositivos móviles que pueden monitorizar nuestros movimientos, si se cruzan estos datos con el de nuestra temperatura corporal y estado de salud se pueden analizar situaciones de riesgo, espacios a evitar, etc.
Por supuesto, este recurso tiene un doble filo. ¿Qué ocurre con nuestra intimidad? Muchos expertos en redes y control de información, están avisando de los peligros que entrañan este seguimiento personal y las posibles consecuencias. TrackCOVID, es una de estas Apps y trabaja creando un gráfico anónimo de interacciones. Cada vez que una persona se reúne con otros o va a un lugar público, puede utilizar la aplicación para registrar contactos, ya sea alojando o uniéndose a un punto de control, lo que permite descubrir posibles vías de transmisión de virus. Por otro lado: Apple y Google están colaborando en el desarrollo de un software para dispositivos iPhone y Android que ayude a rastrear la propagación del coronavirus (COVID-19). Dicho software indicará a los usuarios si han tenido contacto con alguna una persona contagiada y están potencialmente enfermos. Para que la herramienta sea realmente eficaz deberá ser adoptada por una gran proporción de la población. En Singapur, el 12 % de la gente se instaló la aplicación TraceTogether, que también utiliza Bluetooth para rastrear el contagio. Las autoridades sanitarias deberán crear aplicaciones que puedan usar esa API. Finalmente, la idea todavía depende de que haya pruebas generalizadas, rápidas y fiables para que las personas puedan saber si están realmente contagiadas.
Por último, para que los datos pasen de ser información a ser conocimiento, se han de digerir y en esa parte, la visualización es importante. Es básico poder entender la magnitud de los datos, su evolución y su relación con otros datos. En la visualización de datos hay un campo a trabajar inmenso y de forma urgente. Hay diversos casos, algunos ya los puse en un post anterior.
Albert Carles, diseñador y activista de la las libertades digitales, ha creado una web donde va actualizando los datos que ofrece la Generalitat de Catalunya. Según el mismo dice: “Este ejercicio pretende dar significado a las (escasos) datos que tenemos sobre la pandemia que nos tiene a todos preocupados y ayudar a dimensionar la gravedad y los riesgos de este episodio. Ojalá os sea útil” De hecho, Albert Carles es el alma mater de “Esc”, unos encuentros anuales sobre cultura y creación digital. Este año, con motivo de la situación de confinamiento, Esc se ha convertido en “Intro”, un encuentro digital donde podremos conocer diversos proyectos que han surgido como respuesta a la situación que estamos viviendo actualmente. Todo ello mediante tres días de charlas, conciertos y una exposición online.