¿Acelerar o frenar?
Ante un mundo cada vez más acelerado, el diseño debe aplicar políticas sostenibles que dibujen un presente transformador y un futuro esperanzador.
¿Acelerar o frenar?
En el propósito de generar escenarios alternativos la distopía podemos intentar la cuadratura del círculo y combinar dos estrategias aparentemente opuestas, acelerar la tecnología y al mismo tiempo decrecer en producción, consumo y gasto ecológico.
Buscando una alternativa a la sobredosis de distopías y también a las utopías cerradas, me planteo cómo desde el diseño se pueden proponer otros escenarios. Una de las premisas que me parece obligada para hacer propuestas que nos ayuden a avanzar es no pretender que sean perfectas, sin renuncios o contradicciones. Hemos de asumir la obligatoria contradicción de ser «creadores y creadoras» en un mundo que parece destinado a la destrucción. Pero, al mismo tiempo, hay una contradicción aún más compleja: estar dentro de una economía de consumo con sus servidumbres pero también con sus ventajas y no ser capaces de proponer un sistema alternativo.
Desde el diseño no podemos proponer un esquema global de una alternativa al capitalismo, seguramente tampoco es nuestra función. Pero al mismo tiempo, tenemos el reto de imaginarla, al modo en que opera el diseño especulativo. Podemos imaginar escenarios, pero no serán imágenes en 360º, solo fragmentos. Necesitamos encontrar puntos de partida que sean ideas motor, capaces de arrastrar escenarios futuros no distópicos. Para ser capaces de visualizar esos escenarios y, al mismo tiempo, poderlos formalizar, hay algunas premisas que pueden ayudar.
Puntos de partida: Aceleracionismo y decrecimiento
En este caso he tomado dos puntos de partida que son contradictorios entre ellos. Pero me planteo la posibilidad de considerar que no son excluyentes sino opuestos que se pueden llegar a complementar: Aceleracionismo y decrecimiento.
Las teorías del aceleracionismo surgen entre finales del S.XX y principios de este S.XXI. La idea es acelerar la automatización globalizada de los sistemas productivos para que superen el propio paradigma capitalista generando un cambio social radical.
Alex Williams y Nick Srnicek publicaron un Manifiesto por una Política Aceleracionista, un conjunto de conceptos a partir de la teoría aceleracionista surgida en la década de 1990 y que se define así:
“Lo que el aceleracionismo promueve es un futuro más moderno; una modernidad alternativa que el neoliberalismo es intrínsecamente incapaz de generar. El futuro debe ser partido por el medio otra vez para liberar y abrir nuestros horizontes hacia las posibilidades universales del afuera”.
En términos de diseño, un buen número de propuestas que parten del diseño especulativo podrían integrarse en esta idea de llegar al postcapitalismo a partir de la aceleración tecno-económica.
Como decía al inicio, ambos tienen puntos débiles y complejos, pero es solo desde la fragilidad y aceptando la complejidad que podemos encarar escenarios verosímiles y deseables.
Los peligros de la velocidad
Por supuesto hay quien ve en ese aceleracionismo más peligros que ventajas. Naomi Klein es una de las voces más críticas sobre lo que se denomina la Screen New Deal . La sospecha de la autora de “La doctrina del Shock” es que a partir de la pandemia que hemos vivido y aún vivimos, las grandes corporaciones interfieran casi por completo en nuestras relaciones a partir de “virtualizarlas”. Silicon Valley planeaba, antes del coronavirus, sustituir muchas de nuestras experiencias corporales insertando tecnología en medio del proceso.
“Hoy las grandes multinacionales del capitalismo tecnológico, con la inestimable cooperación de gobiernos de todo el globo, nos pretenden hacer creer que nuestra única alternativa es abrazar el proyecto de digitalización total del mundo.”
Hay muchas posibilidades que los fondos europeos de recuperación, los llamados Next Generation sirvan para acelerar aún más “las tecnologías como la inteligencia artificial, la ciberseguridad, los datos y la infraestructura de computación en nube, las redes 5G y 6G, los superordenadores y los ordenadores cuánticos, y las tecnologías blockchain”.
Se llaman tierras raras porque son raras de encontrar
Otro problema es la falta de tierras raras. Estos materiales, imprescindibles para la mayoría de los dispositivos tecnológicos, son muy escasos: Litio, cobalto, coltán, europio, gadolinio, terbio, disprosio, holmio, erbio, tulio, iterbio y lutecio, se caracterizan por tener un peso mayor que el del hierro y muestran una alta conductividad eléctrica, destacando significativamente por sus propiedades magnéticas.
Eso permite utilizarlos para crear imanes permanentes y, además, con mucho menos volumen que otros elementos. Se utilizan en telefonía móvil, consolas de videojuegos, armamento tecnológico, ordenadores de todo tipo, coches eléctricos, bicicletas o patinetes, cuyos motores son diminutos y con un rendimiento muy alto e incluso también en la obtención de energías renovables. Los molinos que generan energía eólica no podrían funcionar sin tierras raras porque los motores convencionales serían tan grandes y pesados que la estructura que los sostienen seria gigantesca. Las pantallas LCD son otro ejemplo, necesitan elementos como el europio y el terbio que hacen de activadores de los fósforos, que son los elementos que emiten la luz de la pantalla, para generar una imagen más nítida y con más colores.
China cuenta con el 37% de las reservas mundiales de este tipo de minerales pero procesa materia prima de otros países, incluso de EEUU, hasta llegar a ser el proveedor del 80% de esos materiales. Aunque se encuentren más yacimientos, que sin duda se hará, el precio de la obtención de estos minerales hará imposible la digitalización global tal como la imaginan los aceleracionistas.
Al margen de este detalle se sabe que muchos de los conflictos bélicos en países africanos están provocados y financiados por empresas externas con el fin de obtener estos preciados materiales a un precio económico. Estas guerras tienen como principal objetivo el control de los grandes yacimientos minerales raros. Es un ejemplo de cómo, a menudo, solo vemos una parte de los procesos y ni entendemos, ni queremos ser conscientes de todo el proceso.
Echemos el freno mirando hacia delante
Las teorías del decrecimiento han sido difundidas pero no siempre bien explicadas. No se trata de retroceder en el tiempo a la era preindustrial. Se trata de desacralizar el crecimiento como dogma. Se trata de rebajar nuestra huella ecológica a través de la reducción del consumo. Trabajar desde el diseño para el decrecimiento implica crear soluciones que promuevan un estilo de vida más sostenible y que reduzcan el consumo excesivo de recursos y pueden ser combinables con la tecnología aceleracionista. Podemos hablar de hasta seis puntos de estas teorías.
Diseño de productos duraderos
En lugar de crear productos desechables, podemos enfocarnos en diseñar artículos que sean duraderos y reparables. Esto no solo reduce la cantidad de residuos, sino que también fomenta una cultura de cuidado y mantenimiento. Y esta estrategia no es opuesta al aceleracionismo ya que si tenemos una producción reparable y duradera, disponemos de sobrantes que pueden utilizarse en innovación que acelere los automatice sistemas de producción y libere a una parte de la masa laboral.
Uso de materiales sostenibles
Optar por materiales reciclados o de origen sostenible en el proceso de diseño puede disminuir el impacto ambiental. Esto incluye elegir opciones que sean biodegradables o que requieran menos energía para su producción. También para ello se necesita innovación y tecnología que fusione los saberes ancestrales de materiales locales con las necesidades actuales y futuras.
Diseño modular
Crear productos que se puedan desensamblar y actualizar fácilmente permite a los usuarios reemplazar sólo las partes necesarias, en lugar de desechar todo el producto. Esto promueve la longevidad y reduce el desperdicio. El ejemplo de los teléfonos modulares que Fairphone pero también grandes empresas de telefonía están testeando puede marcar un camino donde tecnología y decrecimiento se encuentren.
Fomentar la reutilización y el intercambio
Diseñar sistemas que faciliten el intercambio de productos o la reutilización de materiales puede ayudar a disminuir la demanda de nuevos recursos. Por ejemplo, plataformas de intercambio o diseño de productos que se puedan compartir. A veces llamada servitización y otras simplemente poner por delante el uso a la propiedad es una forma de compartir productos y servicios, lo que haría decrecer la necesidad productiva.
Educación y concienciación
Incorporar elementos educativos en el diseño puede ayudar a las personas a entender la importancia del decrecimiento y cómo sus elecciones afectan al medio ambiente. Esto puede ser a través de etiquetas informativas, campañas visuales o experiencias interactivas. Es decir, poner la innovación tecnológica al servicio de la difusión del decrecimiento.
Espacios comunitarios
Diseñar espacios que fomenten la colaboración y el uso compartido de recursos, como talleres comunitarios o huertos urbanos, puede ayudar a construir una comunidad más resiliente y menos dependiente del consumo individual. Un hackathon deja de ser un espacio de inteligencia colectiva que fomenta las redes de interdependencia y ayuda.
Nada esto es perfecto ni libre de peligros pero, como decía son pequeños puntos de partida desde los que dibujar escenarios no distópicos que nos ayuden a mirar al futuro con esperanza y por consiguiente a activar el poder transformador del presente.