Figueres, una ciudad con todas las letras
Alex, lleva a sus espaldas un largo recorrido, tanto en Bisdixit (junto a Pere Álvaro) como después en su estudio.
El trabajo de comunicación funciona siempre como nexo entre emisor y receptor. En la medida que la comunicación sea fluida, la relación entre las dos partes tenderá a mejorar. Eso es así en el ámbito de las empresas privadas y en el ámbito de las instituciones públicas. Ahora bien, esa ecuación es de doble dirección. Es decir, cuando mejor sea la relación entre las partes, más fluida será la comunicación. Si el receptor tiene a priori una posición de rechazo con el emisor, será complejo que la comunicación sea efectiva y comprendida. Los diseñadores gráficos que trabajan para entidades públicas, como ayuntamientos o estamentos públicos, han de gestionar esas relaciones, a menudo complejas. Cuando la comunicación se establece en el espacio público esta complejidad aumenta, ya que como ciudadanos todos nos sentimos parte de ese espacio y por tanto con derecho a opinar sobre lo que se haga en él. Y está bien que así sea, es la forma de expresar un sentido de pertenencia a un lugar.
Ese es el caso de Figueres, donde justo al lado de la sede del Museo Dalí, el ayuntamiento ha instalado unas letras corpóreas con el nombre de la ciudad. Sea por su ubicación, sea por hacerlo en este momento, sea por su tamaño o por su connotación de reclamo turístico, no a todo el mundo le ha parecido bien y lo ha expresado en las redes sociales. Para hablar de este y otros temas, contactamos con Alex Gifreu, el diseñador autor del rótulo, junto con un equipo de arquitectos que han decidido su posición final. Alex, lleva a sus espaldas un largo recorrido, tanto en Bisdixit (junto a Pere Álvaro) como después en su estudio. Miembro de una generación que empezó su trabajo con el advenimiento de la expansión del diseño digital, le preguntamos por cómo ha cambiado la profesión del diseño gráfico en estos años.
No he notado un gran cambio desde que dejé de estudiar. Cuando estudié diseño gráfico (1989-1994), la carrera se dividía en dos partes: la primera, eran dos años de asignaturas comunes y la segunda, tres años de especialidad. Durante el primer año de especialidad aprendí como manejar la repromaster, componer en Letraset o preparar originales para imprenta a mano entre otras prácticas en desuso. El segundo año conocí al señor Macintosh y su amigo Freehand 1.0 y a partir de este momento empezamos un camino juntos. Por tanto, podemos decir que mi formación ha sido más digital que analógica. Los cambios que he podido experimentar son los que ha podido experimentar todo el mundo: ordenadores más rápidos y potentes, acortamiento de plazos de entrega por parte del cliente (a consecuencia de su conocimiento de la velocidad de los ordenadores), desaparición de algunos sistemas de impresión y aparición de otros, la evolución de las tipografías pasando del mapa de bits a las tipografías variables, la aparición de Internet…
Por otro lado, Gifreu siempre ha tenido vinculación con el arte contemporáneo, hasta el punto de crear su propia editorial de libros de artista, CRU. Normalmente la relación entre gráfica y artes plásticas ha sido de retroalimentación, pero en su caso ha ido un paso más allá con colaboraciones en los que los límites entre artista y diseñador parecen diluirse. Nos gustaría saber cuál es su posicionamiento en estos trabajos de colaboración y edición.
CRU nació en el año 2000 como una necesidad. Era un momento en el que en nuestro contexto casi nadie sabía que era un libro de artista. Decidí hacer esta editorial porque vi que había artistas de mi generación que tenían una gran cantidad de trabajos en publicaciones colectivas que no aportaban nada al conjunto de su obra y, en cambio, ninguna monografía. Antes de aparecer el primer volumen ya había editado publicaciones como Tipografías inflamables, TPS o +M donde experimentaba con los límites de la encuadernación. No me gusta hablar de libros sino de publicaciones. El punto de partida puede ser un libro, pero puede acabar siendo cualquier otra cosa, tal como sucede en CRU, que se han publicado distintos formatos que huyen del concepto libro. Mi punto de partida es materializar de la mejor forma posible la idea del artista ya que es su proyecto y ha estado pensado específicamente para este formato. Hasta la fecha, han aparecido 58 volumenes de los cuales, 2 son LPs; 1 caja que contiene 6 serigrafías, un CD audio, una escultura de aluminio y un libreto; 7 posters; 1 periódico; 4 conjuntos de posters plegados (van de 3 a 10 posters) y 43 libros. El último en aparecer es Temptative of Reconstruction de Ignasi Aballí que ocupará el pabellón español en la próxima Bienal de Venecia (2022).
Aparte de CRU he hecho proyectos gráficos con artistas para la Documenta de Kassel, la Bienal de Venecia, la Bienal de São Paulo, la Bienal de Oslo o centros de Arte como la Tate de Liverpool, Centre Pompidou Metz, GFZK Leipzig, FRAC Bourgogne, Fundació Dalí, Fundació Tàpies, Fundació Miró, Fundació “la Caixa”, MNAC, MUSAC, MMK Frankfurt CGAC, Fundaçao Serralves, CA2M, MACBA o el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. La gran mayoría de mis trabajos están relacionados con el arte contemporáneo. Entiendo que mi trabajo con artistas consiste en poner el diseño al servicio de su obra y no al revés, como sucede habitualmente, encontrándote publicaciones sobrediseñadas dónde el trabajo a mostrar queda en un segundo plano. Tal como me dijeron en mi etapa de formación «el buen diseño es el que no se ve» y esto es lo que intento hacer cuando trabajo con ellos.
Unas de las características propias que Alex es trabajar entre Barcelona, Menorca y Figueres, manteniendo siempre un pie en su lugar de origen, pero trabajando a nivel internacional. Nos interesa como se gestiona esa dualidad de global/local.
Hasta 2017 no conseguí tener una base estable en mi lugar de origen, Ciutadella de Menorca. Di el salto hace tres años y para evitar la aversión que tenían a las distancias algunos clientes de Barcelona, colgué detrás mío el mismo poster en dos lugares de trabajo distintos y así cuando hacíamos skypes no sabían desde donde les estaba hablando. Una vez aceptaron este cambio, les conté mi secreto. Como dices, el estudio nació en Figueres pero al tener mucho volumen de trabajo en Barcelona, decidimos abrir el estudio allí. Un estudio que acabó absorbiendo el de Figueres. Nunca me ha gustado estar anclado en un lugar y, viendo que cada vez había menos reuniones en el estudio ya que te hacían desplazar al lugar de trabajo del cliente, empecé a combinar estancias en distintos lugares. Al dejar Bisdixit, me sentí libre de trabajar desde donde quisiera con un solo requisito: tener conexión a internet y cobertura en el móvil. En 2016 y 2017 estuve entre aquí y Amsterdam, en 2018 cambié Amsterdam por Londres, en 2019 estuve una semana al mes en Oslo y mi plan para 2020, era ir alternando cada mes dos semanas en Barcelona con dos semanas en Londres, el mes siguiente cambiar Londres por Menorca y así sucesivamente pero no ha podido ser… Pienso que lo positivo de la pandemia va a ser que se van a evitar muchas reuniones presenciales innecesarias y serán sustituidas por Zoom, es un hábito que estoy comprobando últimamente y creo que ha llegado para quedarse. Este hecho nos dará total libertad para trabajar desde donde queramos.
Y hablando de trabajos locales retomamos el inicio de este texto y le preguntamos por esta intervención en el espacio urbano de Figueres, cuál era el objetivo y como se desarrolló. Y también si el claim “Fes Figueres (Haz Figueras)” generado con la posición de la F, E i S adelantadas, responde a una campaña de más recorrido.
Recibí el encargo a través de un equipo de arquitectos que, a la vez, habían recibido el encargo del Ayuntamiento. El encargo consistía en una intervención tipográfica en uno de los rincones más fotografiados de la ciudad, tal como sucede en otras ciudades, el objetivo es encontrar una herramienta de bajo coste para fomentar el turismo en Figueres ya que las fotos que se hagan en este espacio serán colgadas en las redes sociales y, con el gancho de Dalí, seguro que habrá miles de ellas. Había una pequeña base de 3 metros donde hacer esta intervención con 8 caracteres. Opté por dibujar estas letras en una versión condensada para que ganaran altura ya que con el espacio que había solo se levantaban unos 60 cm del suelo. Al dibujar esta versión han llegado a los 140 cm de altura. Por la parte frontal y trasera son blancas para contrastar con la fachada de Torre Galatea que es granate y ocre y por los laterales están pintadas con el color verde de la hoja de higuera que da nombre a la ciudad. La disposición no es lineal, sino que se han dispuesto en tres líneas, encontrado en la primera F, E y S; en la segunda I, U y R; y en la tercera E y S. La idea era darle esta disposición para que el usuario pudiera interactuar con ellas y fotografiarse desde distintos planos evitando, como pasa en otras ciudades, la sensación de muro tipográfico. Tal como dices, escondí un mensaje en la primera línea escribiendo la palabra FES [haz], provocando la lectura inconsciente de FES FIGUERES [Haz Figueres]. De esta manera instaba al usuario de que hiciera la ciudad suya, que formaba parte de ella. La ciudad no tiene previsto usar este claim para futuras campañas ya que, a mi parecer, usa uno mucho mejor: La ciudad de l’Empordà.
Hemos visto a Gifreu intentando responder a algunas de las críticas recibidas, aunque muchas no eran específicamente de su trabajo sino de la idoneidad de la iniciativa. Desde siempre, la gente ha opinado sobre lo que ocurre en la calle, pero quizás ahora, con las redes sociales ese diálogo autor/obra/público es más directo, y porque no decirlo, más intenso/agresivo. ¿Qué opinas al respecto?
No era la primera vez que uno de mi trabajo genera polémica. La diferencia con este caso es que en la anteriores no existían las redes sociales y no había este ataque frontal. Desde que se instalaron las letras, las críticas empezaron: con la idoneidad del momento, el coste, el emplazamiento… hasta llegar al color y al diseño. Todos tenían su opinión –negativa— pero ninguno argumentaba nada. Sus comentarios no pasaban del “letruchas”, “cutre”, “kitsch”, “piltrafa”, “mierda”… Evidentemente, también había gente –la gran mayoría– que estaba a favor. Una persona de las favorables, muy conocida en Figueres, colgó un collage de las letras de Hollywood, Amsterdam, Roses –creadas por el mismo equipo– y Figueres celebrando haber entrado en este selecto club y fue aquí donde empezaron a arreciar las críticas. Desde que eran gigantescas a que eran un despilfarro pasando por los políticos nos roban. Un sinsentido, vamos. La situación era soportable hasta que un concejal en la oposición –a favor de su instalación– me etiquetó como autor… y aquí empezaron los ataques personales… desde como un diseñador gráfico podía decidir un emplazamiento hasta su ilegibilidad. Se dijo un poco de todo y de forma gratuita desde ponerlas en la estación del AVE que está en el pueblo vecino a que las letras debían ser blandas como los relojes de La persistencia de la memoria… Lo interesante es que ese domingo por la mañana, hubo cola para hacerse una foto con el rótulo y han salido publicadas en centenares de posts y portada de un semanario local. Las redes han provocado que lo que antes era una charla de bar, intervenían los que estaban en él y se acababa allí con una cerveza, ahora se alarga en el tiempo –duró cinco días– y permite opinar desde cualquier parte del mundo. A raíz de esta experiencia solo me venía a la cabeza el título de una película que hizo Jordi Mitjà en 2006: “Poble petit, infern gegant” [Pueblo pequeño, infierno gigante].
Para acabar, no podemos obviar el momento que estamos viviendo. Como diseñador que ha trabajado muy en contacto con el entorno cultural, ¿cómo cree que podría evolucionar la comunicación de este sector, para ayudar a la pervivencia del acceso a la cultura?
Siempre he considerado que no soy la persona idónea para dar consejos ya que me he equivocado muchas veces. Tampoco puedo predecir el futuro y solo puedo hablar de mi experiencia. Lo que veo es que, a pesar de todo, se siguen haciendo proyectos culturales, ha cambiado el formato, pero no la precariedad en la que, por desgracia, trabajan ciertos sectores culturales. Se ha pasado del espacio físico al virtual, lo veo como una solución temporal ya que la experiencia de ver una exposición a través de la pantalla o físicamente no tiene nada que ver. Actualmente se pueden visitar exposiciones, pero uno de los cambios que hay es que ya no te puedes llevar a casa ningún elemento, ya sea un poster, una hoja de sala o una postal. Toda la información adicional a la exposición la ves en tu móvil previa lectura de un código QR. ¿Será este el futuro? No sé qué decirte… prefiero llevarme a casa un gadget y encontrármelo en un estante al cabo de unos años ya que estos elementos son los que te sirven de recordatorio de la experiencia que tuviste un tiempo atrás y, a mi parecer, no podrás revivir si está en la nube.