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¿Volverán a ser igual los espacios donde cocinamos?

"El confinamiento al que ha obligado la pandemia nos ha forzado a cambiar muchos de nuestros hábitos, y nos ha permitido redescubrir, también, algunos de los espacios domésticos que habitamos, entre los cuales, el de la cocina".

Autor: Jordi Blasi
Diseño de producto
8 de Junio de 2020

El confinamiento al que ha obligado la pandemia nos ha forzado a cambiar muchos de nuestros hábitos, y nos ha permitido redescubrir, también, algunos de los espacios domésticos que habitamos, entre los cuales, el de la cocina: Un espacio ancestral, de reunión familiar y preparación de la comida. 

Robots de cocina, arroceras, panificadoras y licuadoras han sido, durante estas últimas semanas, algunos de los pequeños electrodomésticos más vendidos entre los portales de venta online. Instrumentos, cuyos arquetipos formales, han ido evolucionando a lo largo de la historia.

Cocina Frankfurt, diseñada en 1926 por Margarete Schütte-Lihotzky.

 

Cómo evolucionó también el propio espacio de la cocina, el cual, tal y como la conocemos hoy, fue ideado hace tan solo cien años, cuando, terminada la primera guerra mundial, las administraciones alemanas decidieron emprender una serie de programas para la promoción de la vivienda social.

Uno de aquellos programas sería el responsable de la creación del barrio Römerstadt, proyectado por Ernst May, en Frankfurt. Un nuevo barrio cuyos edificios se caracterizaron por disponer de calefacción central, acceso a radio, baño, electricidad y una cocina funcional.

Una cocina que fue diseñada en 1926 por la arquitecta austriaca Margarete Schütte-Lihotzky y que se convertiría en la nueva cocina moderna. Relativamente estrecha, organizada en dos espacios, la cocina tenía una entrada, en frente de la cual, se encontraba una ventana. Su disposición estrecha tenía por objetivo reducir al mínimo el número de pasos necesarios y facilitar así su uso. La cocina disponía de compartimientos etiquetados específicamente para los ingredientes más comunes y un espacio de trabajo equipado con un cajón integrado para la basura.

Venía completamente equipada con los muebles más importantes, entre los cuales el fregadero o una cocina económica, por aquel entonces, una auténtica novedad en Alemania. Las puertas y cajones estaban pintados de azul, ya que algunos estudios apuntaban a que las moscas evitaban las superficies de aquel color. Margarete Schütte-Lihotzky utilizó madera de roble para los envases de harina porque repelía a los gusanos, y escogió madera de haya para las mesas por ser resistente a las manchas. La cocina contaba también con un taburete de trabajo que podía girar.

Anuncios de los frigoríficos de Electrolux y General Electric.

 

La cocina Frankfurt, sin embargo, no disponía de frigorífico; actualmente, uno de los electrodomésticos imprescindibles en cualquier cocina, y que precisamente durante aquellos años veinte, iniciaría su popularización en los espacios domésticos.

Los antiguos modelos que funcionaban con bloques de hielo, empezarían a sustituirse por nuevos modelos de gas y electricidad. Entre aquellos primeros modelos destaca el que inventarían en 1923 Balzer von Platen y Karl Munters, que pondrían por nombre “Electrolux” y que venderían a la empresa Kelvinator; por aquel entonces, uno de los principales fabricantes de frigoríficos del mundo. 

Pero el primer refrigerador que conseguiría un uso generalizado sería el refrigerador "Monitor-Top" de General Electric, diseñado en 1927. El conjunto del compresor, que emitía una gran cantidad de calor, se colocó encima del mueble y se encerró en una carcasa decorativa.

Anuncio del frigorífico Shelvador, de Crosley.

 

La introducción del freón (el material refrigerante) amplió el mercado de refrigeradores durante los años veinte y proporcionó una alternativa más segura y de baja toxicidad a los frigoríficos utilizados anteriormente. Durante los años treinta, Powel Crosley Jr. diseñaría el frigorífico Shelvador, que funcionaba con queroseno en vez de electricidad y que se caracterizó por disponer de un espacio funcional colocado en la puerta del refrigerador, predecesor del arquetipo formal que conocemos hoy.

Los años 50 supondrían para los Estados Unidos un período importante para el avance de la cocina. Las cocinas ya no quedan relegadas a la parte trasera sino que se convierten en la estrella de la casa y principal espacio de relación familiar. Nuevos colores, nuevas prestaciones para los refrigeradores, entre los cuales máquinas de hielo y descongeladores automáticos, y nuevos pequeños aparatos electrodomésticos, como batidoras de mano o de pie y hornos tostadores.

Nikita Jruschov y Ricard Nixon durante la exposición de 1959, celebrada en Moscú.

 

En 1959, durante la guerra fría entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, ambos países decidieron organizar sendas exposiciones para reflejar las bondades que suponían sus respectivos modelos económicos. La Unión Soviética decidió mostrar en Nueva York sus últimos logros en el campo de la aviación espacial, mientras que Estados Unidos decidió exponer en Moscú, un arquetipo de vivienda suburbana. Durante la inauguración, de la exposición, la cocina de la casa propiciaría una legendaria polémica entre los presidentes Nikita Jruschov y Richard Nixon, que se encauzaron en una discusión sobre la misma y el nivel de vida alcanzado por sus respectivos modelos económicos.

Brazos robóticos para la cocina, de la empresa Moley Robotic.

Desde entonces la cocina, más allá de pequeños avances y la práctica total reconversión eléctrica de todos sus componentes, no ha experimentado mayores avances. Se especula desde hace años con la interactividad y las posibilidades del IoT, el Internet de las cosas, pero la realidad es que las pantallas táctiles, y los pedidos automatizados no consiguen imponerse como necesidad. Entre algunas de las últimas propuestas, la impresión 3D o la robotización de la cocina presentan tímidos avances, que por ahora no consiguen despegar.

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